Tu proveedor no es tu amigo
- RIMA Consulting

- 29 ago
- 4 Min. de lectura

Introducción
En hostelería abunda la relación “de confianza” con proveedores: cafés a la hora del reparto, “te lo apunto y me lo pagas el mes que viene”, favores puntuales… y luego, cuando miras los números, el margen se ha evaporado.
La idea puede sonar fría, pero es liberadora: tu proveedor no es tu amigo.
No necesitas un amigo; necesitas un socio profesional que cumpla estándares, precios y plazos.
Cuando calibras la relación desde esa premisa, todo mejora: calidad, coste, estabilidad de suministro y, sobre todo, rentabilidad.
Tu proveedor no es tu amigo
Lo “bueno” de quitarle el envoltorio emocional a la relación es que ambos sabéis a qué jugáis.
Un proveedor es una empresa con sus objetivos: vender, cobrar a tiempo, fidelizar.
Y tú diriges otra: comprar bien, asegurar calidad, ganar dinero.
No hay traición en negociar con firmeza; hay profesionalidad.
Cuando ambas partes aceptan eso, aparece la claridad: fichas técnicas cerradas, precios ligados a índices o volúmenes, tiempos de entrega pactados, abonos por incidencias, trazabilidad y auditorías de calidad.
No hay promesas vagas ni “ya te lo arreglo”. Hay compromisos medibles.
Cercanía sí, dependencia no
La cercanía es útil: te avisan de rupturas de stock, te reservan producto en picos de demanda, te proponen novedades que encajan con tu propuesta.
Pero otra cosa es la dependencia emocional, que suele salir carísima.
Esa dependencia impide cambiar una referencia aunque baje la calidad o suba el precio, aceptar plazos imposibles “porque siempre nos han atendido”, o mirar hacia otro lado con mermas y defectos.
La vacuna es simple: criterios objetivos.
Si un lote no cumple la ficha (gramaje, calibre, curación, rendimiento), se rechaza.
Si el pliego marca entrega a 24-48h y llega a 72h, hay corrección.
No es enfado; es gestión.
Cómo se ve una relación profesional de compras
Imagina el aprovisionamiento como una cocina de servicio: orden, tiempos y estándares.
Trabajamos con contratos y datos, no con “sensaciones”:
Fichas técnicas y estándares: cada producto tiene especificación cerrada (calidad, formatos, tolerancias). Si cambias ficha, cambias precio; si cambias precio, revalúas escandallos.
Precios transparentes: pacta revisiones ligadas a índices (por ejemplo, lácteos, energía, cereal) o a escalados por volumen. Nada de subidas “porque sí”.
Servicio y logística: tiempos de entrega, ventanas horarias, condiciones de transporte (frío, manipulación) y penalizaciones si hay incumplimiento que te cause coste.
Calidad y abonos: protocolo claro para incidencias, con evidencia (fotos, pesos, lotes) y abono automático.
Rendimiento operativo: evalúa el “fill rate” (líneas servidas completas), sustituciones, roturas y puntualidad. Si baja, revisas condiciones o cartera de proveedores.
No hace falta montar una NASA.
Basta con una hoja de control por proveedor y una revisión mensual de 30 minutos.
El cambio de cultura es la clave.
Negociar firmes, tratar con respeto
“Firme” no es “agresivo”.
La mejor negociación es la que deja a ambas partes queriendo volver a sentarse.
Explica tu modelo de compra, comparte previsiones realistas y pide lo mismo a cambio: visibilidad de stock, posibles tensiones de mercado, fechas de cambio de tarifa.
Si tu volumen justifica mejores condiciones, solicítalas.
Si no, acepta tu posición y compensa con planificación y flexibilidad.
Recuerda: en restauración a menudo vale más la estabilidad que rascar un céntimo hoy y perder servicio mañana.
La profesionalidad te permite priorizar sin vender el alma.
Un caso real: el aceite que arruinaba la fritura
Un cliente tenía “amigo proveedor” de aceite. Buen precio “de palabra” y trato excelente.
En cocina, las frituras oscurecían demasiado pronto y el consumo mensual era altísimo.
Medimos rendimiento: misma producción, pero un 18% más de consumo frente a una marca alternativa.
¿Motivo? Mezcla de calidades y punto de humo irregular.
Se pasó a contrato con ficha técnica cerrada y lote analizado cada trimestre.
Resultado: -14% de coste anual en aceite y mejor vida útil por freidora.
¿Y la amistad? Sigue existiendo, pero manteniendo la seriedad que implica ser el proveedor de tu negocio.
Riesgo controlado: cartera y plan B
Otro error típico del “colegueo” es la monodependencia.
Trabajar con un proveedor principal está bien por eficiencia, pero define un plan B para referencias críticas: cárnicos, lácteos, grasas, bebidas líder.
No es desconfianza: es continuidad de negocio.
Si hay ruptura, no improvisas, activas la alternativa con condiciones ya pactadas.
Lo que gana tu restaurante con esta mentalidad
Ganas previsibilidad de costes, mejor capacidad de escandallo, menos sorpresas en inventario, calidad estable en el plato y una relación sana con tu cadena de suministro.
Y, quizá lo más importante, recuperas el control.
Dejas de “deber favores” y pasas a intercambiar valor.
Cuando tu equipo entiende que “tu proveedor no es tu amigo (y por qué eso es bueno)”, se reducen discusiones estériles y aumentan las decisiones técnicas.
Se cocina mejor, se compra mejor y se duerme mejor.
Conclusión
Tratar a los proveedores como socios profesionales y no como amigos no te hace frío, te hace rentable.
El afecto es para el trato humano; los márgenes se construyen con estándares, datos y contratos claros.
Si quieres ordenar tus compras, estandarizar fichas y dejar de perder dinero en “detalles”, podemos ayudarte a implantar este modelo sin fricciones.
Descubre cómo podemos ayudarte en www.rima-consulting.es


